“No me apuren, tengo prisa”
Escribe Jorge Garrido.
De que sirve, sirve. Pero me temo que está peligrosamente sobrevalorada.
Hablo de la Agilidad.
El feeling que tengo desde hace ya tiempo es que ciertas formas de aplicarla, fortalecida y endiosada a veces hasta la ridiculez, están cada vez más alejadas del sentido común, ese que tan bien dio sustento un día al manifiesto ágil.
Por ejemplo: un proyecto que parte desde cero, que requiere investigar, pensar, cuestionarse, negociar, entender (¡qué más importante que entender antes de embarcarse en lo que sea!)¦ lo matamos si le ponemos desde su nacimiento la camisa de once varas de las reglas y ceremonias ágiles.
¿Entonces qué? ¿Volvemos al modelo predictivo?
Quién sabe. Ni siquiera es el punto. El punto es que el modelo y la herramienta son secundarios. Lo vital sigue siendo aquello que desde el inicio de los tiempos ha sido lo vital: EL EQUIPO. ¿Hay buenos líderes? ¿Hay gente que entiende? ¿Que permanentemente busca entender? ¿Enfocada? ¿Que toma el toro por las astas y se mete de lleno a resolver los problemas importantes y no los periféricos? Si no hay un buen equipo ejecutándolo, lo único que hará un desarrollo ágil será que se cometan los mismos errores de fondo de antes, pero vertiginosamente. Se agradece, pero la velocidad es sólo una parte -la menos relevante- de la tarea cumplida. Lo que al final del día buscamos -supongo- no es sacar proyectos en tiempo récord, sino hacer proyectos que tengan sentido.
Si tenemos un buen equipo humano y lo hacemos funcionar con una gantt y una PMO de las más inquisidoras e implacables, no tengo dudas que obtendrá mejores resultados -incluso cronológicos- que un mal equipo aplicando Scrum. Los buenos equipos se las arreglan, y de seguro aplicarán espontáneamente los principios más valorados de la agilidad, aunque los desconozcan (cosa que, por cierto, no ocurrirá, porque los buenos equipos estudian y se nutren de todas las herramientas que están a su alcance; eligen y discriminan cuándo usar y cuándo no; saben que no hay herramienta infalible).
Estoy viendo seguido esquemas ágiles que no agilizan nada de lo realmente importante; que, por el contrario, entrampan, aprisionan, castran y no aplican los principios que dieron origen a esta filosofía de hacer colectivamente. Y cuando agilizan, agilizan lo soso e irrelevante, que tiene muchísimo más peso para la conciencia interna de avance que para lo que en realidad está buscando el mercado. Y lo peor de todo es que a veces los líderes no lo ven. No se dan cuenta y confían en que será el propio modelo ágil el que por decantación natural corregirá y dará las respuestas.
Si un equipo no está orgánicamente comprometido con la importancia de llevar adelante una intervención con sentido en el menor tiempo posible, no habrá agilidad que le dé alas. Y probablemente se convertirá en un grupo de zombies trasnochadores haciendo cosas sin entender cabalmente por qué.
Un viejo amigo, que por cierto era uno de los líderes de un equipo de lujo, solía decir sabiamente no me apuren; tengo prisa.
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